sábado, 28 de noviembre de 2009

Opinión - ¿Por qué se toma un espacio?

Por Ignacio Soto

Un espacio se toma porque hay un dueño que no lo usa, y hay otro que lo necesita pero no puede adquirirlo. Este último caso, es el de las asambleas barriales del 2001. Estos lugares se transformaron en centros culturales en los cuales pudieron desarrollar sus actividades de cine, teatro, talleres de circo, radios y micro emprendimientos con una concepción renovadora y cargada de un énfasis político distinto a los partidos hegemónicos -peronismo y radicalismo- como así también los partidos tradicionales de izquierda que intentaron cooptarlos.

El estallido surgió como consecuencia del hambre y del dinero encerrado, lo que provocó que en casi todos los barrios porteños y algunos del gran Buenos Aires se crearan estas asambleas con la clara consigna “que se vayan todos”.

Hoy no quedan muchas de aquellas asambleas, ya que una gran cantidad de sus integrantes se fue debido a la liberación de los fondos del corralito ó porque no pudieron hacerse cargo de un gobierno alternativo mucho más legítimo que el sistema político. Pero las personas que decidieron seguir con la alternativa de lucha y resistencia, tuvieron que cambiar para sobrevivir. La manera de hacerlo fue convirtiéndose en muchos casos en centros culturales, huertas, mutuales o cooperativas de trabajo.

Siguiendo la ley de Darwin, los asambleistas sabían que la mejor manera de sobrevivir es adaptándose a los cambios, los cuales no faltaron en la primera década del segundo milenio. Pero, ¿por qué la mayoría de ellos optaron por la cultura?, sería la pregunta más razonable que la sociedad podría hacerse ante la transformación de las asambleas. La respuesta más sensata reside en que los asambleístas se dieron cuenta que lo esencial para cambiar un sistema o hacer la revolución, es el cambio de conciencia, del que rara vez se vuelve y que lleva tiempo. El mejor modo de despertarla es a través de la cultura como herramienta de cambio, de expresión, de lucha cuando se está en la retaguardia ante el ataque de los distintos gobiernos que intentan eliminarlos por tomar la propiedad privada y dar un mensaje distinto al imperante.

Sin embargo, no todos los vecinos de los barrios están a favor de los desalojos que promueve por ejemplo el gobierno de Macri en la capital. El caso más resonante fue la resistencia al último de ellos en el centro cultural de Almagro, o la Huerta Orgazmika de Caballito. En ambos, el gobierno porteño logró su objetivo, sin embargo estas organizaciones no dejaron de existir, fueron cobijadas en otros espacios ó sencillamente volvieron a donde todo había empezado. Al espacio público por excelencia, las plazas.

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